Violeta, es el color de las flores que tengo justo delante en una maceta pequeña de color amarillo, no están vivas pero son bonitas a la vista. Al lado, un farolillo de metal negro con una vela consumida en su interior fruto de noches que la luz no iba. Todo esto encima de una mesa de madera echa para un jardín pero se encuentra en una terraza de un piso. En la parte de abajo hay un coco vacío, me recuerda al calor de hace dos veranos, yo rompiéndolo en mi cocina con un martillo y mi madre echándome la bronca por romper la encimera. Todo el balcón esta lleno de plantas verdes que sobreviven gracias al cariño de mi madre cuando las riega y enfrente mia un edificio con las persianas medio bajadas que de vez en cuando un vecino curioso levanta. Hace calor pero el punto justo para mi cuerpo ya que soy muy sensible a los cambios de temperatura y enfermo rápidamente, por no decir que el 80% del tiempo estoy enferma. A las 5:10 de la tarde ha empezado a pasar una brisa que acaricia mis piernas desnudas al llevar pantalon corto, si empieza a correr mas aire voy a tener que retirarme y así mi garganta me lo agradecerá.
Lo que más me gusta es que abajo hay un parque por lo que los árboles dan ese punto de tranquilidad a una tarde como esta. Sentada en una silla roja y apoyando los pies en la mesa de madera escribo todo esto. La respuesta de por qué lo hago no esta clara, es como cuando vas por la calle y te entra la necesidad de comprarte algo de comer o cuando estas junto a tu perro e inevitablemente pasas su mano por el lomo o simplemente cuando te gusta alguien que tienes delante y te apetece besarle. Es solo que tenía que decirlo. No tenemos que tener una excusa para poder escribir sino algo que nos inspire tanto como la necesidad de dejar huella por donde pasamos, que sepan que existimos, que pensamos.
Y yo, ahora, con sueño o con añorancia, mis ojos quieren cerrarse solo para disfrutar de esta situación en la que estoy y que alguien en algún momento la interrumpirá.
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