Y cómo le conocía.
Se aprendió de memoria
cada parte de su cuerpo
y de su mente.
Esa curva inmejorable
donde se perdía
cada noche.
Aquellos ojos tristes
que pedían un rescate.
Esa espalda
donde dibujaba el recorrido
de vuelta a casa.
Extraño era separse y
sentir que su cuerpo
no era el mismo.
Como si le hubiesen quitado
el último aliento,
como si sintiese que se moría
muy lento,
como si echara de menos
sus palabras.
Pero un cuerpo puede
olvidarse
y lo que le mataba
era estar enamorada de una mente.
Porque podrá amar muchos cuerpos
pero mentes solo hay una.
Y la suya
era arte.
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