Hago sangre en mis heridas
porque me gusta sentirlas.
Soy yo la que decide cuando se curan.
Si fuiste una,
larga en el tiempo,
profunda y
visible a los ojos de cualquiera,
siéntete afortunado,
pues esas dejan cicatrices
en el alma.
Pero,
las más dolorosas,
son las que nos hacemos dos veces
en el mismo sitio.
Es querer sentir aquello tan fuerte
que te hace ser humano,
aunque te mate por dentro.
Buscamos aquellas,
que nos traen recuerdos
de épocas donde éramos felices,
donde se acumulan sentimientos en una zona, que un día explotará,
bañandose de nostalgia,
una mancha que perdura mucho tiempo.
Por eso las queremos,
con el tiempo una aprende a amarlas.