Podría llamarte hogar,
porque no hay mejor sitio donde refugiarse.
O tal vez alegría,
cuando me haces reir con tu forma de ser.
A veces tristeza,
si me decepcionas.
Sorpresa,
cuando planeas algo para mí.
Morriña,
si te tengo lejos.
Rabia,
cuando "jugamos" a ver quien es más cabezota.
Esperanza,
cuando ves algo de luz en mí cuando estoy apagada.
Puede que seguridad,
si me das la mano.
O concretamente calma,
al abrazarme.
Pero sobretodo
te llamaría
"No te marches nunca".