a nuestro amor incondicional.
Los pasos que no dabas,
los hacía yo por ti
y así los dos nos sentíamos libres y seguros.
Pisando en tierra santa,
mientras vivíamos en el más puro pecado
entre las nubes blancas.
Nos gustaban nuestras mentiras
porque sabían bien y
oh cómo me gustaba besarte
era como liberar todo el rencor
que tenía al mundo.
Bailar pegados sin movernos y
leer lo que alguna vez
nos hubiera gustado escribir
porque sólo éramos soñadores e ilusos.
Y ahora que me has echado de tu mente,
estás perdido.
¡Cobarde!
Aún sigues esperando que
vuelva a echar mis brazos como salvavidas
cuando me eches de menos.
Amor, sientas tan bien
que debes estar prohibido
y eso no debe ser tocado
así que mejor me como mis mentiras
y me abrazo a mí misma
a ver si me convierto en mi propia musa.