Fantasean con comprarse una casa en la playa para los domingos, tener un labrador vigilando la entrada y el sonido de las olas del mar despertándoles.
Recorrer el mundo en un interrail, dormir en cualquier lado pero juntos y hacerse millones de fotos de recuerdo.
Ir al cine a verse los labios más que la película, a sentir amor en vez de acción en la pantalla y a jugar a oscuras en vez de relajarse.
Ir de fiesta ellos dos a un bar perdido de la ciudad donde las burbujas suben por la garganta y no parar de reír.
Que un día él le pida matrimonio y ella diga que sí, comprar una casa en el centro y tener hijos que la llenen.
Pasar un tiempo y como todo se convierte en cenizas, los hijos separados, las casas vendidas, el perro regalado y ellos odiándose.
Pero esos son los que se enamoran a primera vista, no los amores reales.