en verdad he estado horas pensando cómo empezaría esta carta, un "Buenos días" habría sonado optimista,un "Buenas tardes" habría sonado muy formal y un "Buenas noches" romántico.
Tal vez podría haber escrito tu nombre,
tal vez, pero no quiero que seas el protagonista.
Me he decantado por un "Hola" inocente.
O no tan inocente ya que implica el inicio de demasiadas cosas, no todas buenas.
Te escribo para decirte que ya no voy a escribir sobre ti.
El bolígrafo con el que escribo lleva tu nombre grabado en su memoria, cada vez que voy a escribir siempre me pregunta "¿Otra vez? Ya estoy cansado de que no te atrevas a decirle lo que escribes"
Y que razón tiene, pero él es un objeto y yo la escritora.
Mi mente me abandona cuando pienso en ti y no quiero que pase eso más, no quiero estar las 24 horas del día pensando con el corazón.
Cuando huelo el olor del café me recuerda al bar donde quedan nuestras almas todas las mañanas y yo soy un alma libre, solitaria.
Cada vez que te veo hablando con alguien pienso en lo dichoso que es por escuchar tus historias, pero pienso que yo también tengo las mías y no las escuchas.
Me encanta tu mirada perdida en el horizonte, esa que pones cuando tienes problemas, yo tengo la misma que tú, cuando te miro.
Cuando llegas tarde a un sitio sueles mover mucho las manos, estás nervioso, se te olvida tomarte el café de todos los días y pides uno totalmente diferente, más fuerte, nunca lo entendí, por eso también lo pedía, ahora ya no está en mi lista.
Te estarás preguntando el por qué de esta decisión.
Pues he aquí mi respuesta:
Mis palabras ya no son mías, las echo de menos.
Cada una de ellas tienen una parte de ti.
Yo antes de conocerte escribía poesia para sentirme viva, ahora es para desahogarme porque tú y tu café hacen que me vuelva loca, de amor.
He comprendido que la maleta del otro día no tenía puesto mi nombre, tus miradas pérdidas no eran por mi y tus nervios no son por verme.
He decidido no escribir más sobre ti
pero
no he dicho que te vaya a olvidar.
Cuando terminó, metió la carta dentro de un sobre blanco y se acercó a la mesa de al lado, un chico estaba inmerso en sus pensamientos mirando al horizonte.
-Perdona
-¿Si?-dijo él.
-¿Sabes quien soy?
Él se quedó pensativo, su cara le sonaba.
-Ah ya caigo, eres la chica que siempre se sienta en esa mesa.
-Sí,esto es para ti, no creo que vuelvas a verme más por aquí.
Él no entendía nada,cogió la carta y ella se fue.
Se fue,porque solo era eso, la chica de la mesa de al lado.